Tame une corazones con sus vuelos humanitarios
Cada vuelo lleva esperanza a la Costa ecuatoriana. Minutos antes del embarque, los voluntarios aguardan silenciosos en la sala de protocolo del Aeropuerto Mariscal Sucre. Miran por la ventana los aviones estacionados cerca de la pista, cargan sus equipos, intentan concentrarse, y piensan en sus familias; en las personas que los ven partir con una sensación mezclada de orgullo y preocupación.
Hay personas de varias edades, especializadas en diferentes temas. Todos saben que llegar a Manta es el inicio de la travesía porque después se movilizarán por tierra a otras poblaciones como Jama, Canoa, Pedernales, Bahía de Caráquez, entre otras, para poner a prueba sus aptitudes en beneficio de sus hermanos del litoral. Más de mil voluntarios han llegado a Manabí a través de TAME EP.
Comentan sobre las cosas que han escuchado en la prensa, con sus amigos, y lo que han visto en las redes sociales. Saben que el acceso por tierra al litoral implica riesgos y que es complicado. El tiempo es crítico para las tareas de rescate, para la reconexión de servicios básicos, para llevar un poco de orden al caos. “Por aire es la mejor forma de llegar, es más rápido”, comenta uno de los voluntarios.
El Airbus 319 de TAME EP está en la pista, listo para el embarque. Junto al avión, los trabajadores de la aerolínea coordinan los últimos detalles, haciendo un esfuerzo extraordinario para que los vuelos humanitarios lleguen a su destino. Han sido días intensos, pero saben que su empeño salva vidas.
Desde el domingo hasta hoy despacharon 20 vuelos humanitarios, 16 entre Quito y Manta, y otros 4 conectaron Guayaquil. Simultáneamente, TAME EP ha operado con normalidad en el resto de rutas y destinos. La conectividad es fundamental, más aún en situaciones de emergencia.
Los voluntarios recogen su equipaje y salen en fila a la pista. En sus maletas llevan herramientas, enseres personales, utensilios y recuerdos de sus familiares para inspirarse. Antes de subir al avión, confían su equipaje al personal de handling y caminan junto a sus compañeros. Voltean la vista antes de ingresar a la cabina, como despidiéndose del aire de la sierra hasta la próxima vez. Algunos se fotografían para conservar el recuerdo, otros agradecen a la tripulación -a TAME EP- por su “granito de arena”, por asumir una responsabilidad importante, y por “comprometerse más que otras empresas, a pesar de la difícil situación”.
En Manta, el personal espera la llegada del vuelo. En la pista despejada, están aeronaves del ejército ecuatoriano, compartiendo la pista con el avión de los Topos mexicanos. El calor es intenso y es lo primero que se percibe cuando la puerta se abre.
El trabajo no para. Luego del desembarque, de manera inmediata, se prepara el avión para el retorno.
El aeropuerto General Eloy Alfaro opera a un mínimo de su capacidad debido a las secuelas del sismo. En la oficina de la terminal, decenas de personas aguardan por subir al avión de TAME EP, con la expectativa de partir hacia Quito. Se trata de madres, de niños y adultos mayores que padecieron las consecuencias del sismo, o que requieren atención médica especial. Muchos viajan porque lo perdieron todo, o porque estaban de visita en Manabí cuando la tierra tembló y ahora desean reunirse con sus familias.
Hay muchas historias -mucha esperanza- en la pequeña sala de preembarque donde las madres y padres consuelan a sus hijos, y hablan del porvenir, rescatando su optimismo.
No hay muchas alternativas para salir de la provincia, sobre todo para quienes necesitan cuidados especiales. Los tripulantes de cabina apoyan a los pasajeros con palabras de ánimo, cargando su equipaje, levantando en grupo a quienes no pueden caminar; mitigando el nerviosismo de los niños antes de despegar, poniendo el botiquín del avión a disposición de los médicos y los pacientes, u ofreciendo una sonrisa para iluminar el día de quienes han pasado noches de angustia.
Antes de aterrizar, desde la cabina de mando se coordina la espera de ambulancias en tierra, para recibir a los heridos que reposan en el avión. En la pista, el personal de la aerolínea prepara camillas y sillas de ruedas para recibir a los más vulnerables. Los pasajeros se despiden con muestras de gratitud, por contar con el respaldo de la aerolínea y llegar a salvo a su destino.
El avión queda vacío momentáneamente, mientras se coordina el siguiente despegue.
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Gerencia de Comunicación Social y Relaciones Públicas
TAME EP